El fuego, los ecosistemas y la gente
Los incendios son tan antiguos como la Tierra misma. Durante millones de años, el fuego ha sido, y continua siendo, una fuerza evolutiva mayor que define el tipo de vida en la Tierra.
Incluso en un mundo que se moderniza rápidamente, los incendios son muy comunes, ya sea que comiencen naturalmente encendidos por rayos o que la gente los prenda intencional o accidentalmente. Cada día, en algún lugar de la Tierra, se queman miles de hectáreas de bosques, sabanas, pastizales, matorrales, tundra, desiertos, humedales y campos agrícolas, en todos los continentes excepto Antártica.
Los científicos han estimado recientemente que, en un año típico, se quema en el mundo un área total equivalente a la mitad de China. El fuego tiene muchas facetas. Para la gente y para los ecosistemas, los incendios pueden ser dañinos, beneficiosos o benignos, según dónde y cómo ocurran. Durante miles de años, las comunidades humanas se han beneficiado del fuego y de la quema de vegetación y de otras biomasas, usándolo para cocinar, proveer calor, cazar, cultivar, manejar la vegetación y producir energía. Al mismo tiempo, los incendios pueden amenazar la salud y el sustento humano.
Desde una perspectiva ecológica, los incendios que se inician naturalmente, y aquéllos que la gente prende y que refuerzan los ciclos naturales del fuego, son beneficiosos y ayudan a mantener la vida en los ecosistemas que han evolucionado con el fuego. Pero el fuego también puede ser dañino, especialmente en ecosistemas compuestos principalmente por plantas y animales que no poseen las adaptaciones que les permiten sobrevivir o aprovechar al fuego. Ecológicamente, el uso del fuego por los humanos es en su mayor parte benigno cuando está restringido a los campos agrícolas.
Sin embargo, los ecólogos creen que los incendios actuales se comportan de manera diferente a cualquier otro momento en la historia. Los humanos se han convertido en la principal fuente de incendios, sobrepasando los relámpagos y otras fuentes naturales.
El calentamiento global inducido por los humanos y los cambios en los patrones de lluvias y sequías probablemente ya están influyendo en el comportamiento del fuego en muchas partes del mundo. Aunado con otros impactos tales como la fragmentación del paisaje y la introducción de plantas exóticas que prosperan con el fuego, los ecosistemas que rara vez experimentaron incendios se están quemando. Simultaneamente, en los ecosistemas dependientes del fuego que han estado expuestos a incendios durante cientos de miles de años, los científicos creen que ahora se queman menos hectáreas que en el pasado debido a que la gente excluye los incendios directa e indirectamente.
Un número cada vez mayor de ecólogos y conservacionistas creen que los “regímenes alterados de fuego” —es decir, demasiado, muy poco o el tipo de fuego equivocado— son una amenaza de gran importancia a la conservación de la biodiversidad. Ellos sostienen que si no se les presta la atención debida y se los integra a otros esfuerzos, los incendios (o la falta de fuego) tienen el potencial de deshacer el progreso logrado en décadas de esfuerzo de conservación y desarrollo sostenible. A menudo, los conservacionistas pasan por alto el fuego y el impacto de regímenes alterados de fuego por varias razones: por lo general se relaciona la alteración de los regímenes de fuego con otros asuntos, tales como la agricultura o la silvicultura; la alteración de los regímenes de fuego puede ser un proceso lento y mayormente imperceptible, que ocurre incremental y silenciosamente a lo largo de décadas; y los brotes de incendios grandes, que son episódicos y en gran parte incontrolables, captan la mayor parte de la atención y del financiamiento, los cuales disminuyen a medida que los fuegos disminuyen, y que además se centran principalmente en el impacto sobre la gente.
Autor(es): The Nature Conservacncy