Marthlla Cortina Pérez, 30 años, Brigadista de CONAFOR, Perote, Veracruz.
Marthlla recuerda muy bien el primer incendio que le tocó atender como brigadista, en 2015. Ni siquiera bajó del camión. “Me quedé impactada, es un panorama muy diferente estar ahí cerca y ver como la bestia lo va devorando todo”. El segundo fue todavía peor: “Era un incendio pequeño, pero era un bosque de encino, y ese árbol hace un humo tan picoso que no puedes respirar ni ver. Yo sentía que me ahogaba, no podía respirar, no aguantaba abrir la brecha, no dejaba de toser. Ese día llegué a mi casa, no había nadie, me tiré en la cama y me puse a llorar, y me salían los mocos negros. Me dije, ¿qué estás haciendo aquí, te vas a morir, esto es lo que quieres vivir todos los días? Pensaba en mi hija y qué iba a hacer sin su mamá”.
¿Por qué decidió quedarse y seguir intentándolo? “Sentí que me estaba dando por vencida, que yo en mi mente traía metido que una mujer no podía ser combatiente, y que estaba renunciando sin haber dado lo mejor de mí, así que me dije a mí misma, voy a dar el máximo, y si entonces no puedo me retiro. Desde entonces he vencido mis miedos, aunque todavía estoy en proceso. Le tengo un gran respeto al fuego, porque nosotros dentro de un incendio somos un combustible más, vamos a arder si no hacemos las cosas bien”.
Tan sólo tres años después de esas dudas, Marthlla fue una de las dos primeras mujeres mexicanas en participar en una brigada Hot Shot en California. Las brigadas Hot Shot son la élite de los combatientes forestales de Estados Unidos, grupos altamente especializados y calificados que son los primeros en entrar al frente de los incendios, trabajan día y noche y acampan en condiciones extremas, en turnos de 14 días de trabajo por dos de descanso.
Participó durante tres meses (junio, julio y agosto) en la brigada Fulton, que tiene su base en el Bosque Nacional de Sequoia, y le tocó estar en la temporada de incendios más devastadora que ha sufrido California en toda su historia.
“Lo que más recuerdo de esos días es el dolor físico, te duele todo, estás combatiendo 14 días seguidos y yo sentía una gran responsabilidad en hacerlo bien. Finalmente te das cuenta de que todo está en tu mente, en todo lo que tu cuerpo puede hacer cuando lo llevas al límite. Es tanta la adrenalina que se te olvida que llevas 14 días sin poder bañarte y sin descansar”.
Su participación en la brigada Hot Shot fue de alguna manera una consecuencia de haber participado en 2017 en el primer taller Mujeres de Latinoamérica en el Manejo de Incendios Forestales, organizado por el FMCN y el Servicio Forestal de los Estados Unidos en Tucson, Arizona. “Allí conocí a varias personas relacionadas con esas brigadas, ellos nos platicaron su experiencia y me quedó el gusanito de poder participar algún día. En la siguiente convocatoria de CONAFOR metí mis papeles, hicieron una selección en base a pruebas de aptitud física y conocimientos y afortunadamente salí seleccionada”.
Señala que lo que más la marcó del taller fue el darse cuenta de que desde su posición puede influir con el ejemplo en otras mujeres, para que ellas se den cuenta de que son fuertes, que deben creer en ellas mimas y que pueden desempeñarse mejor en lo laboral, en lo familiar y en lo social: “Es una gran responsabilidad que me hace seguir firme en mis convicciones, salir de mi zona de confort y prepararme para mejorar”.
Ella nació en un pueblito llamado Orilla del Monte, en Veracruz, y después se mudó con su familia a Perote, donde estudió ingeniería forestal. Creció siendo una persona atlética, una velocista que participaba en las carreras de 4×400, 100 y 200 metros planos. Pero al embarazarse a mitad de la licenciatura todo cambió: dejó de estudiar, subió de peso y entró a trabajar en una tienda de uniformes escolares.
“Cuando me ofrecieron trabajar en CONAFOR tuve que bajar de peso y ponerme en forma, pero la principal preocupación de mi familia fue explicarle a mi esposo que yo iba a estar todo el tiempo rodeada de hombres, no les preocupaba tanto que pudiera morir quemada”, dice entre risas.
“Pero mi esposo reaccionó muy bien, se involucró más en las labores del hogar y en el cuidado de nuestra hija, porque ahora yo tenía mucho menos tiempo. Creo que ambos crecimos mucho. Y he tenido muchísimo apoyo de mis papás y de mis tres hermanas. Mi madre me ha dicho que me ayuda con gusto al verme realizada a mí y ver el ejemplo que le doy a mi hija, eso me motiva mucho para echarle ganas y que mi hija me vea fuerte y decidida, y que crezca igual”.
También ha tenido el apoyo de sus compañeros: “Siempre han sido muy generosos al compartir su conocimiento, yo no me pongo a competir, no sería nada sin ellos porque todo lo he aprendido de ellos, así que estoy bien agradecida, con la vida y con Dios. Quisiera seguir haciendo esto mientras el cuerpo me lo permita, y después moverme a otra área en el manejo de fuego desde donde pueda seguir ayudando a cuidar nuestros bosques”.
Historia realizada por el Programa de Cooperación Técnica Internacional en Materia Forestal USFS-USAID-FMCN.
Créditos de fotos y elaboración de historia: Francisco Cubas Jiménez.
Documento descargable, Historia Marthlla Cortina Pérez.